¡Dichosos candados!
Triunfa por doquier esta costumbre que pretende significar los lazos eternos de amor de las parejas, y por tal (fin) los colocan de forma anónima.
Escogen principalmente puentes, ya que suelen destacar por su belleza o porque forman parte de un panorama romántico y evocador. Quizá también porque son sitios de paso incesante. Pero no son los únicos lugares, de echo cualquier emplazamiento que ofrezca la oportunidad, máxime si se encuentra en un entorno de especial relevancia o belleza, será víctima de esta moda.
De acción insignificante a masivo problema.
Cuando era niño hacíamos chistes inocentes acerca de los efectos que provocarían si todos los chinos (1.5000 millones) decidieran saltar todos a la vez: sacarían a la tierra de su órbita, generarían el mayor terremoto de la historia, achatarían el planeta, etcétera …
Lo cierto es que ahora, un inmeso ejército de millones de turistas ha decidido dejar el imperecedero recuerdo de su paso por el lugar. O más bien, hasta que el mantenimiento de turno los elimina.
Y si bien esta enorme masa humana no el capaz de sacar al mundo de su trayectoria rotacional, si lo es de causar serios desperfectos en las estructuras o simplemente de afear el entorno. Porque dicho sea, ese simpático candado colocado con amor pierde toda la gracia cuando se convierte en una heterogenea maraña de herrumbrosos y despintados candados cubriendo la totalidad del espacio disponible hasta hacerse más visible la amorfa chatarra que la organizada estructura que la sustenta.
Haz un favor a la humanidad.
Por favor, si aun continúas leyendo en este punto: Ahórrate el dinero del candado, ahórranos a todos el gasto de eliminarlo, ahórrale al planeta el despilfarro de producir un elemento para desperdiciarlo.
Simplemente quédate un rato disfrutando del lugar que visitas y permite que los demás lo disfruten tal y como tú lo encontraste, sin ver tu chatarra colgada. ¡Gracias!