Última jornada, regreso a casa.
Con disciplina casi militar nos levantamos temprano. ¡El espejismo del buen tiempo ha durado poco! Me doy una pequeña carrera, me ducho, desayunamos abundantemente y nos ponemos a planificar la ruta para la jornada. Nos hemos fijado el objetivo de alcanzar la frontera española y tratar de dormir ya en territorio patrio, del que nos separan algo más de 700 kilómetros.
Salimos de Alencon, en la Bretaña francesa
Dicho y hecho, colocamos el equipaje sobre nuestras monturas, giramos la llave y comenzamos a rodar. Vamos alternando tramos de chubascos intensoso con otros de lluvia más suave y, de cuando en cuando, claros y algunos kilómetros soleados. Cada poco nos vamos viendo interrumpidos por los innumerables peajes que hemos de atravesar y las puntuales paradas para repostar. Aún así, gracias a la elevada velocidad que nos permite la calidad de las carreteras, llevamos un ritmo magnífico.
Según vamos avanzando hacia el sur, nos vamos internando en una borrasca más cerrada. Decidimos no comer, por no quedarnos fríos, con la ropa tan mojada. Sustituimos la comida por cafés de máquina en cada parada de repostaje. Al medio día circulamos ya entre un denso tráfico que nos anuncia la cercanía a la frontera, si bien tampoco lo sabemos a ciencia cierta por estar la autovía en obras y carecer de señalizaciones.
La frontera de Irún
Alrededor de las 16:00, en un abrir y cerrar de ojos, hemos cruzado la frontera. El piloto de reserva se acababa de encender en el cuadro de mandos de mi máquina así es que hago señales a mi compañero para salirnos al área de servicio. Mientras repostamos buscamos alojamiento y surge la pregunta: ¿Y si tiramos un poco más y a ver hasta donde llegamos?
Hace un tiempo pésimo, pero ¿qué pintamos encerrados en un hotel de San Sebastián con toda la tarde por delante? Cogemos la A7 de peaje a una velocidad endiablada y avanzamos hasta Miranda de Ebro. Al llegar a la caseta, la cobradora alucina al vernos aparecer entre la cortina de agua «¿donde vais así con la que esta cayendo?» – Nosotros: A Segovia. -Ella: «Estáis locos» -Nosotros: Ya nos habríamos parado sino, venimos desde Calais, esta mañana. -Ella: «¡Madre mía, buen viaje!».
Desde las afueras de Miranda vemos un claro de sol en el horizonte, al sur. -«Debe ser por Aranda, ¡vamos!» y allí nos plantamos ya con las últimas luces del día. Repostaje y «Oye, si estamos a 120km de casa«. Surcando la gélida noche nos presentamos en Segovia. Aun me resulta increíble, 1.145Km de viento, agua y frío pero estamos en casa. Nunca pensé que pudiese conducir sobre una moto tantas horas y menos aun en estas condiciones.
Llegamos a Segovia.
Con las últimas fuerzas desmonto el equipaje y lo subo a casa. ¡Hoy duermo en mi cama! ¡Mi aventura del TT ha terminado!