Dejando atrás los fértiles valles cafeteros de Quindío, comenzamos a ascender la montaña andina de la Cordillera Central. Habrá que armarse de paciencia para ir lidiando con el pesado tráfico. Estamos llegando al Alto de la línea.
Alto de la Línea
Largas hileras de camiones y autobuses escalan lentamente el pronunciado desnivel de éstas pendientes andinas. Por suerte, la exuberante vegetación y la fresca temperatura ayudan a ir adelantando, de poco en poco, a las enormes tractomulas.
Mucho rato después coronamos la cumbre de la cordillera y alcanzamos un lugar icónico del continente suramericano.
El túnel más largo de suramérica.
Una larga sucesión de decorados túneles que toman sus nombres de la fauna salvaje Colombiana, unos cortos y otros de un tamaño intermedio, nos van conduciendo hasta el Túnel Darío Echandía Olaya (conocido popularmente como Túnel de La Línea).
Con sus 8652m de longitud, se trata del túnel más largo del continente en la actualidad, permitiendo atravesar la Cordillera Central de Colombia entre Calarcá, en el departamento de Quindío y Cajamarca, en el de Tolima.
En un futuro próximo, la inaguración prevista para éste 2024 del Túnel del Toyo entre Cañasgordas y Giraldo, también en Colombia, destronará al de La Línea gracias a sus 9840m de longitud, pero esa es otra historia.
Denso tráfico, enormes camiones.
Descendiendo del Alto de La Línea entramos en la ciudad de Cajamarca, ya en el Tolima. Se trata de una localidad animada que vive del incesante paso de camiones.
Los incontables talleres de su entrada van dando paso a la vía principal de la localidad que se encuentra repleta de tiendas, locales de comidas informales y restaurantes a ambos lados de la calle.
Es tarde y aún no hemos comido. Nos sentamos en una terraza y nos distraemos observando, en el lado de enfrente, como las jóvenes muchachas se afanan por captar la atención de los camioneros a los que venden decenas de arepas, vistosamente colocadas en carritos a la puerta de sus pequeños locales.
El Espinal, fin de la etapa.
El día está ya muy avanzado y después de un largo descanso nos ponemos de nuevo en marcha antes de que la noche nos coja de camino sin haber llegado a destino, como al final acabará ocurriéndonos.
Llegamos a El Espinal, localidad de servicios sin mucho atractivo que supone un cruce de caminos entre la Ruta 40 por la que venimos y la Ruta 45 que tomaremos hacia el sur, camino del Huíla, para llegar a La Tatacoa.
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