En septiembre de 2013, con un tiempo magnífico, comenzó uno de los viajes más agradables que se pueden hacer en moto.
A modo de resumen, decidí bautizarlo como Toscana-Veneto, pero para ser riguroso, el viaje cubre una amplia zona del norte de Italia y atravesando las regiones de Liguria, Toscana, Emilia Romagna, Veneto y Lombardía.
La partida.
El primero de septiembre, estrenando el «alta médica» tras un accidente que me mantuvo todo aquel verano de 2013 alejado de motos y escapadas, a primera hora de la mañana cargamos todo el equipaje sobre la Honda CBR 600 F4 y pusimos rumbo hacia Italia, de la que nos separaba apenas tres días, tiempo más que de sobra para atravesar tranquilamente España parando a visitar Zaragoza y después embarcar en Barcelona.
Soria.
Tranquilamente y sin prisas fuimos atravesando la dorada meseta castellana, que en estas épocas del año es un despilfarro de colores en el que domina el oro de los campos de cereal ya segado, pero continuamente salpicado por el verde intenso de los pinares que pueblan estas tierras, los primeros rojos intensos que empiezan a aparecer en algunas arboledas y emparrados, así como los blancos calizos y los ocres y terracotas que asoman en la tierra desnuda de taludes y campos que se comienzan a arar.
A media mañana llegamos a Soria, la pequeña y tranquila capital, después de haber hecho un pequeño alto en el camino en la histórica villa de San Esteban de Gormaz a visitar los escasos restos de su castillo.
Ya en Soria visitamos la Iglesia de Santo Domingo cuya portada representa uno de los mayores logros del románico español, con la distribución decorativa más rica y homogénea de las existentes. Tras la comida, dejamos atrás Castilla para dirigirnos hacia Aragón.
Zaragoza.
A primeras horas de la tarde llegamos a la capital aragonesa, de la que ya divisamos las torres del Pilar desde la lejanía. Dejamos el equipaje en el hotel y tras disfrutar un rato del SPA, nos acercamos a visitar el centro histórico y cenar. Caminamos por la inmensa y bella Plaza el Pilar y disfrutamos de la veraniega noche paseando.
A la mañana siguiente madrugamos y visitamos el interior de la impresionante Basílica de Nuestra Señora del Pilar, maravilla barroca considerada el primer centro mariano de la cristiandad. Sin demorarnos más ponemos rumbo a Cataluña.
Barcelona.
Siguiendo la vieja Nacional II, entre columnas interminables de camiones vamos encaminándonos hacia la costa mediterránea. Por el camino hacemos un alto para comer en Lérida y proseguimos, sin perder tiempo, hacia Barcelona. El denso tráfico y el asfixiante calor nos hace pesado el camino, si bien al caer la tarde entramos en la “Ciudad Condal”. Cenamos por las bulliciosas calles abarrotadas de terrazas y paseamos por la zona del puerto.
La mañana siguiente la dedicamos a visitar el fascinante templo modernista de La Sagrada Familia, del genial Gaudí. Empleamos la mañana entera en su visita tras la cual nos vamos a comer y dedicamos la tarde al Parque Güell, desde el que disfrutamos de las magníficas vistas de la ciudad y el mar gracias a su elevada situación. El anochecer llega mientras caminamos por paseo marítimo. A la mañana siguiente partiremos ya hacia la península itálica.
Rumbo a Italia.
A media mañana entramos en el puerto de Barcelona y nos disponemos a realizar los trámites necesarios para el embarque. Como siempre, hay que dedicarle calma y realizar los distintos papeleos hasta tener toda la documentación disponible que permite acceder a la explanada en la que, de nuevo, tendrás que esperar un largo rato hasta poder depositar tu moto en la barriga del barco.
El día era cálido y el buque bastante grande, motivo por el que decidimos coger el menor número posible de cosas con la idea de pasar la tarde en la piscina y buscarnos acomodo durante la noche en nuestras butacas por la inexistencia de camarotes disponibles. Nuestra sorpresa vino cuando tras abandonar la bodega y acceder al resto de dependencias del barco descubrimos que apenas viajan pasajeros occidentales.
El pasaje es casi exclusivamente musulmán, procedente del norte de África y en correspondencia a sus costumbres, las mujeres viajan rigurosamente tapadas, las piscinas y terrazas están inutilizadas y los bares y otras dependencias lúdicas están reservadas casi en exclusiva para hombres o, como el caso del gimnasio: reconvertido en Mezquita.Como contrapunto, la puesta de sol en mitad de un Mediterráneo en calma como una balsa de aceite, resulta un espectáculo fabuloso.
La actuación para amenizar la noche resulta ser de danzas y folclore que, desde mi ignorancia, parece ser algo que relaciono con el desierto y la cultura Bereber. Somos casi los únicos occidentales sentados en la sala de fiestas al comenzar, al cabo de un rato ya lo somos en exclusiva. Disfrutamos buena parte de la actuación si bien al finar nos resulta tedioso y decidimos irnos a buscar donde pasar la noche, tras comprobar que nuestras butacas se encuentran en el centro de algo que se asemeja a un campamento nómada poblado de improvisadas haimas.
A primera hora de la mañana llegamos a puerto, ahora comienza nuestra andadura por la anhelada Italia.
Primera jornada en Italia.
Génova.
Nuestra primera toma de contacto con estas tierras es la región de Liguria. Nada más desembarcar en Génova nos vestimos los trajes de moto y ponemos rumbo al sur, hacia Cinque Terre. Por el camino haremos una parada para desayunar. El paisaje es bonito. Viajamos en todo momento paralelos, aunque en la lejanía, al Mediterráneo. La carretera es buena, divertida, sinuosa y plagada de túneles. El entorno: montañoso aunque de ambiente costero con laderas salpicadas de villas mirando al mar. La temperatura es alta para ser primera hora de la mañana.
Tras algo más de una hora de viaje abandonamos la autopista y comenzamos a descender por una preciosa carretera de revueltas estrechas en las que a duras penas se cruzan dos coches. Vamos bajando decididamente hacia el mar, atravesando una colección pequeños pueblos bullosos y alegres. Todo es precioso. No sabemos muy bien hacía donde vamos, ni nos preocupa mucho, solo sabemos que estamos bien encaminados. En el primer pueblo junto al mar al que llegamos, paramos a echar un vistazo: Hace calor, mucho, y la playa está tan apetecible que no lo pensamos más, negociamos una caseta y dos tumbonas, descargamos la moto y en un momento estamos en bañador disfrutando del mar.
Cinque Terra. Monterroso Al Mare.
Pasamos un día fantástico bañándonos, descansando al sol… Comemos en una terraza junto al mar y al caer la tarde, cuando el la claridad comienza a declinar, antes de que se os acabe la batería, nos sentamos a la mesa del chiringuito a reservar el alojamiento para esa noche: Será cerca de Pisa. Volvemos a vestirnos el traje de moto y en marcha, antes de que la noche nos coja de camino.
De esta playa me llevo una bonita piedra de recuerdo que colgará mucho tiempo en mi pecho con un cordón de cuero como recordatorio de mi alma aventurera y la bendición de los días felices.
El día acaba en San Guiliano Terme, alojados en un hotel con más estrellas que lujo y de factura elevada para sus instalaciones, por el contrario, la cena en una terraza ajardinada, coquetamente decorada y junto a un tranquilo rio encauzado, resulta de lo más agradable.
Por la costaToscana.
Pisa.
La mañana amanece luminosa y cálida. Aprovecho las tempanas horas para salir a correr por las aun solitarias callecitas del tranquilo pueblo. Ducha, desayuno y a disfrutar del archiconocido conjunto monumental con su torre inclinada, su hermoso Battistero y su magnífico Duomo.
Callejeamos por los alrededores, descansamos recostados en el césped y gozamos de la dulzura que supone viajar sin rumbo fijo por la bella Italia con clima benigno.
Rosignano Solvey.
Por la tarde viajamos a Rosignano Solvay, allí hemos encontrado un alojamiento rural estupendo, en mitad del campo, a unos kilómetros de la costa. Nos instalamos, cogemos ropa cómoda y nos bajamos a la zona turística a cenar. Nuestra sorpresa llega cuando el pueblo, extenso, está desangelado por completo. Prácticamente todo cerrado “a cal y canto” a excepción de una panadería donde hornean pizza y venden cervezas. Allí conocemos a una pareja de moteros italianos con los que compartimos una divertida charla y además nos hacen el inmenso favor de guiarnos de regreso al hotel, ya que nos habíamos quedado sin batería en el teléfono y no teníamos la menor idea de cómo encontrar el camino de vuelta.
Costeando por Livorno
Cecina.
Nuestro siguiente destino fue un estupendo pueblo de playa llamado Cecina con un animado paseo marítimo que por las noches se llena de puestos callejeros con toda clase de adornos, sobreros, camisetas, etc y alegres terrazas con un encanto veraniego fabuloso. Allí pasaremos un par de días disfrutando del mar y la tranquilidad antes de seguir hacia el sur una jornada más.
Hacia. Elba.
Siguiendo las recomendaciones que nos dieron los moteros de Rosignano, empleamos nuestro último día por la costa en recorrer una sucesión de parques naturales y playas semi-vírgenes hasta alcanzar la punta de Piombino, desde la que se divisa a corta distancia la Isla de Elba, disputada a lo largo de la historia por Franceses e Italianos y unido su nombre al de Napoleón.
Desde el faro del mirador de la Piazza Giovanni Bovio nos despedimos del Mar Tirreno para perdernos por la campiña Toscana.
�Gracias por el post, puedo poner un link en mi Web?
Si, por supuesto.