Recorriendo la isla mediterránea de Cerdeña, desde el norte al sur, para después pasar a la península itálica para visitar Roma, la «ciudad eterna«, y descender por la costa amalfitana hasta Nápoles.
Cerdeña
Después de navegar toda la noche procedentes de Barcelona, llegamos casi a mediodía a Puerto Torres cuya infraestructura se encuentra en obras. Apartada de la tranquila localidad, presenta un aspecto bastante desangelado. En escasamente 5 minutos hemos dejado atrás las dependencias portuarias y estamos atravesando el tranquilo pueblo.
Rumbo al norte
Seguimos camino hacia el norte de la isla atravesando áreas agrícolas y hasta llegar a Castelsardo, Encaramado a la montaña junto a la costa. Visitamos su castillo y continuamos hacia el norte rumbo a Santa Teresa de Gallure, bonita ciudad de veraneo en la que a penas encontramos otros lugareños que no sean sus jabalíes trotando por las calles en la tranquila noche.
A la mañana siguiente el día amanece fresco y ventoso. Nos espera la etapa más bella de la isla. En esta jornada recorreremos hermosos parajes y costas en dirección a Portorotondo, paradisiacas playas como la de La Cinta y después continuaremos por la espectacular SS125 Orientale Sarda que transcurre colgada por las cumbres de la cordillera este de la isla, para después descender a la animada localidad de Tortoli, donde haremos noche.
La última etapa en la isla nos llevará por tranquilas carreteras en dirección sur hasta la capital, Cagliari, a la que reservaremos el resto de la jornada y el día siguiente, para recorrer su interesante casco antiguo que cuenta con una bonita catedral con ornamentaciones y reminiscencias orientales, las fortificaciones y plazas en la zona alta de la ciudad y también las barriadas a nivel del mar con su paseo marítimo.
En su puerto me despido de José Luís, que regresa a España. Yo tomaré el barco hacia la península itálica, rumbo a Roma.
Roma
Viajando durante la noche alcanzamos el puerto de Civitavecchia a primera hora de la mañana. El día es soleado aunque frío. Enfilo la carretera hacia Roma sin perder mucho tiempo. Poco antes del mediodía me encuentro a las puertas, fortificadas, de Roma.
Me resulta delicioso recorrer la Ciudad Eterna en mi moto, parándome a tomar fotos y surcando esta ciudad tan conocida y querida para mí.
El resto de la tarde y los dos días siguientes los empleo en disfrutar de la ciudad, de sus anocheceres, callejear con mi moto de un lugar a otro, visitar el Vaticano y también salir a los arrabales y visitar catacumbas y ruinas en áreas más naturales.
Al tercer día, después de un agradable desayuno y de organizar el equipaje sin prisas me pongo en camino hacia el sur, mi próximo destino.
La VíaAppia
Escojo viajar por carreteras secundarias, siguiendo el trazado de una ruta con cerca de 2000 años de antigüedad, la Vía Appia que unía Roma con Neopolis, atravesando la campiña agrícola y ganadera, cerca de la costa del Mediterráneo, al que se asoma de cuando en cuando.
El viaje es tranquilo por estas carreteras. A penas hay tráfico, aunque al atravesar una infinidad de poblaciones, con sus radares y semáforos, a veces se hace tortuoso. A cambio, disfruto de la oportunidad de detenerme junto a antiguas villas, bajo la sombra de los árboles y saborear la paz de estos parajes.
La costa de camino
Avanzada la mañana me topo con el Mediterráneo frente a mi vista. La carretera serpentea elevada sobre los acantilados contra los que rompe calmado el mar. Tras unos pocos kilómetros comienza a descender hasta llegar a una solitaria y agradable playa donde decido parar a almorzar.
El agua está fría para bañarse en estas fechas de marzo, sin embargo el mar reluce espléndido bajo el hermoso cielo azul de este soleado día de primavera. Me tomo un largo rato en almorzar y pasear junto a la línea de playa ¿Qué prisa tengo? ¡ninguna!
Entrando en Nápoles
Los últimos kilómetros en las afueras de Nápoles se me antojan caóticos pero como estoy de muy buen humor, me resultan divertidos.
El asfalto está muy degradado, casi destruido en algunos tramos, en consonancia con el ambiente que lo rodea. Instalaciones industriales abandonadas, otras muy viejas, viviendas desconchadas y ruinosas, bares de carretera cochambrosos, prostitutas exhibiendo su mercancía los aparcamientos y cruces.
De cuando en cuando, algunas maquinarias de obras y cuadrillas de obreros, se afanan bajo el sol en reparar algún socavón o tramo de la vía que, por otra parte, resulta ser una divertida y variopinta mezcla de personajes. Poco a poco entro en la centro de la ciudad y me dirijo a mi hotel.
Emplearé 3 días en callejear y sumergirme en el vivaz, desordenado, grandioso y a la vez caótico, decadente y sucio ambiente de esta maravillosa ciudad. Nápoles es una ciudad muy difícil de catalogar, con un fabuloso patrimonio y un desbarajuste propio de una ciudad africana u oriental. Su gastronomía es magnífica y su decadencia, incomprensible. Y todo ello unido hacen de ella una de las ciudades más divertidas y especiales que existen.
Para conocer más sobre los distintos lugares recorridos…
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