Pompeya, la ciudad romana congelada en el tiempo.

Agosto de 2023

Encontrándose en la bahía de Nápoles, dominada por el imponente Vesubio, resulta obligada la visita a las ruinas de la ciudad romana de Pompeya, trágicamente enterrada por la erupción del 67 d.C.

Pompei

Llegamos a Pompeya a media mañana del caluroso mes de agosto. Años atrás había visitado ya la ciudad viajando como mochilero. Esta vez, aparco mi moto junto a la Catedral de Nuestra Señora de Rosario, que en esta ocasión sí me la encuentro abierta y entro a visitarla.

 

Catedral de Pompeya.

La basílica es de una majestuosa belleza, además de gran tamaño. Sus suelos y columnas, de mármoles de vistosos colores, sus capillas laterales están repletas de toda clase de obras de arte dedicadas a distintos santos.

Catedral de Pompeya
Catedral de Pompeya

La bóbeda principal del templo y su altar mayor son igualmente imponentes. Fuera, un agradable y animado parque arbolado junto con una fuente, proporcionan a la plaza la amplitud necesaria para equilibrar el gran tamaño de la torre y del resto de las dependencias del complejo eclesiástico.

 

La Pompeya romana

Aparcamos la moto, almorzamos y sacamos las entradas para visitar el recinto arqueológico que compone la ciudad romana de Pompeya, que hace ya casi veinte siglos quedó congelada en el tiempo, o mejor dicho, enterrada bajo las cenizas que el cercano volcán Vesubio lanzó sobre ella y la vecina Erculano.

Tuvieron que pasar dieciocho siglos para que el monarca hispánico Carlos III, rey en aquellos tiempos de Nápoles, emprendiera el proyecto de recuperación del yacimiento arqueológico recién descubierto.

Pasear por las calles de Pompeya, entrar en sus casas, restaurantes, prostúbulos… Atravesar su foro, visitar sus termas o sentarse en las gradas de sus teatros o su anfiteatro, completamente en pie, es una experiencia única que permite al visitante trasladarse, no solo con la imaginación sino de una manera efectiva, al modo de vida de aquellos pobladores tan lejanos en el tiempo y tan increiblemente cercanos en sus costumbres y buena parte de su desarrollo social y tecnológico.

Pasamos las horas caminando por sus aceras, tomando agua de sus fuentes y fotografiando sus templos mientras la tarde va acostando el sol en el horizonte.

El animado centro de Pompeya.

Ya fuera de las ruinas, nos acercamos al centro de la ciudad moderna, donde las terrazas y los restaurantes están abarrotados de familias, turistas y lugareños disfrutando del atardecer. Es ferragosto (en pagano), o la festividad de la Asunción de la Virgen, para los católicos, día festivo en toda Italia, motivo por el cual las calles y carreteras están abarrotadas de gente disfrutando del descanso.

Nos sentamos en una terraza junto a la torre de la Catedral y damos un descanso a nuestras cansadas piernas antes de regresar al alocado jaleo de Nápoles.


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