Fascinante ciudad de Nápoles, donde todo tiene cabida sin mesura y sin orden. Sencillamente, las mil caras de la vida, su bullicio, luces y sombras, se condensan en ella.
La indescriptible Nápoles.
Es difícil explicar como es Nápoles, y desde luego, es una ciudad que no te dejará indiferente. En ella se funden a cada paso, el arte y la decadencia, la belleza y la suciedad, la religiosidad y lo más mundano. Cada plaza, cada vía o callejón exhala un estimulante soplo de vitalidad.
Mientras camino, me entremezclo con el griterío de los niños jugando al futbol hasta bien entrada la noche. Escucho las voces de ventana a ventana, los juerguistas, el olor de la sabrosa comida, las iglesias con las puertas abiertas dejando salir las oraciones, los buscavidas y el alocado tráfico de pequeñas motos destartaladas. Sin duda, quién no se sorprende o sonríe en este ambiente es que está muerto.
Mercados
El navegador me mete por medio del mercadillo que se extiende por los alrededores de Porta Nolana, muy cerca está mi hotel. Se trata de un mercadillo callejero de gran revoltijo, donde se alternan los puestos de productos frescos como pescados, verduras y frutas, con los tenderetes de ropas, maletas, calzados y otras mercancías baratas, principalmente falsificaciones de escaso gusto a mi entender.
Bajo la ventana de mi habitación
Me asomo desde mi hotel y tengo una perspectiva cenital privilegiada del mercadillo y del alboroto vecinal colindante. Me encanta esta alegría y caótica convivencia que se respira en el sur de Italia. Las bragas cuelgan de balcón a balcón en las angostas calles. El vecindario charla a voces desde ventanas a aceras.
Tras una ducha me pongo ropa y calzado cómodos y salgo a caminar antes de que anochezca con la idea de cenar en alguna terraza animada, aunque no caigo en cuenta de que mis tardíos horarios españoles me va a restar muchos locales.
Callejeando por el Centro.
Camino hacia la Porta Capuana, antigua puerta principal de acceso a la ciudad junto a la cual se asienta la Iglesia de Santa Caterina a Formiello. Los vagabundos beben y orinan en los alrededores, entre las obras que supongo que corresponden a la restauración del entorno, muy degradado.
Continuo caminando por larguísimas y oscuras calles que conducen hacia la zona de la catedral. Los portalones de los deteriorados edificios que en otros tiempos debieron ser fabulosos palacios, a la vista de su calidad arquitectónica y tamaño, dejan entrever las galerías que dan acceso a las viviendas que ahora los ocupan. Es sencillamente desordenado, decadente y genial, todo a una.
Llego a la Catedral de Santa María Assunta, en cuya plazoleta juegan al futbol una bandada de niños ante la mirada despreocupada de dos tanquetas militares que vigilan la entrada al monumento.
Hay muchos militares desplegados por las ciudades italianas desde hace años. No son especialmente rigurosas sus guardias pero me gusta ver como la gente convive con normalidad con la presencia castrense en sus calles.
Comida casera
No muy lejos, me siento a cenar en un pequeño negocio de comida casera de recetas napolitanas. Ceno bien, barato y entretenido conversando con el simpático dueño del negocio mientras sirve cervezas y atiende las dos escasas mesas que siguen a la mía.
Las maravillosas iglesias de Nápoles.
Nápoles está repleta de iglesias, algunas de ellas tan escondidas entre el desorden exterior que pasan casi desapercibidas. Sin embargo, cruzar sus puertas es sencillamente deslumbrante. Me cuesta digerir tal cantidad de arte y belleza como acumulan a pesar del deterioro que algunas de ellas sufren.
Es imposible quedarse con una imagen, porque cada una de ellas iguala, sino supera, a la anterior. Muchas contienen obras que se salen de los cánones clásicos resultando sorprendentes, tétricas o macabras. En todo caso, cada rincón de esta ciudad es fascinante.
Otros variados atractivos de la ciudad
Es muy difícil enumerar todas las joyas que acumula la ciudad. Un ejemplo es la Capilla Sansevero, capilla funeraria en la que se guardan además algunos artilugios tan extraordinarios como las máquinas anatómicas. No muy lejos se encuentra el Palazzo Venezia, sin duda una perla escondida que maravillará al visitante que logre dar con su insólita entrada.
Las catacumbas de la Basílica de San Lorenzo Maggiore permiten recorrer los restos de la ciudad fundada por los romanos como Neopolis, que ahora se encuentra a varios metros debajo del nivel de la actual ciudad. Su acceso desde la Piazza de San Gaetano, atravesada por la Vía dei Tribunali, otra arteria de obligado paseo.
Otra interesantísima curiosidad de Nápoles es el hecho de que haya perdurado hasta nuestros días la distribución en gremios de artesanos de los distintos oficios. Paseando nos encontraremos con las calles en las que se agrupan los libreros, o por ejemplo el más famoso, el de los belenistas.
De esta ciudad viajaron a España con Carlos III el belén, así como la tradición de colocarlos por Navidad, extendiéndose después por el resto del mundo de la mano del Imperio Español.
La capital de reino que mira al mar.
Nápoles es además una ciudad portuaria que desde su fundación se vuelca hacia el mar. Es por ello que buena parte de sus edificios más sobresalientes se asoman a las aguas del golfo al que da nombre.
Las fortificaciones, entre las que destacan el Castel dell’Ovo o Castel Nuovo, protegen la entrada la ciudad que en tiempos estuvo completamente amurallada.
Tras ellos se asientan grandes y fastuosos palacios y edificios, el Palacio Real, la grandiosa Plaza del Plebiscito y multitud de dependencias portuarias y del reino erigidas durante distintas épocas y bajos diversos estilos.
Una visita indispensable en este área será la Galería Umberto I y recorrer la Vía Toledo que nos internará de nuevo recorriendo un buen número de lugares destacados de la ciudad.
También en este viaje…
Pero que bonito es Napoli sin tráfico!!!
Para mí un lugar extraordinario en todo, salvo para callejear en un tanque tan grande como la GS….