Regreso a Medellín (Antioquia)
El viaje desde Honda (Tolima) hacia Doradal trascurre por la Ruta 45. El calor es muy intenso y, aunque la carretera es buena, se hace largo y aburrido.

Atravesamos algunas arboledas con puestos de frutas flanqueando la vía. En uno de ellos decidimos parar y sentarnos a descansar y disfrutar de la deliciosa fruta que allí mismo te preparan.
Doradal
A medio día llegamos a Doradal, una animada localidad que vive del incesante paso de cargo-mulas (camiones), del reclamo turístico de su «Santorini colombiano» y de la famosa Hacienda Nápoles.
Hacienda Nápoles
Lo que hoy es un enorme parque recreativo con atracciones acuáticas, zoológico y distintas zonas de recreo, fue en su día la finca del tristemente afamado Pablo Escobar.

Lugar donde este narco acumuló toda clase de lujos y excentricidades para su disfrute personal pero que, a día de hoy, ofrece un entorno de recreo familiar aunque, dicho sea de paso, algo caro.

‘Santorini’ colombiano
En lo alto de la localidad se extiende a lo largo de tres o cuatro cuadras (manzanas diríamos en España) una zona residencial, hotelera y de ocio que imita el estilo y ambiente de los pueblos griegos del Egeo.

El barrio es conocido turísticamente en la región y resulta curioso de visitar, aprovechando la refrescante noche que da un respiro al bochorno del día. Hay unos cuantos restaurantes, bares y terrazas donde cenar y disfrutar de la dulce brisa nocturna.
Nos sentamos a cenar el un restaurante nada griego, sino italiano, que nos sirvió una deliciosa pasta acompañada del antipasti (picoteo) con unas cervezas Club Colombia.
Cascada La Cuba
A la mañana siguiente seguimos hacia San Luis con la idea de llegar desde allí hacia Guatapé.
Por el camino nos encontramos una de esas maravillas naturales que tanto abundan en estas tierras.

Un majestuoso salto de agua se precipita desde 150m de altura junto a la carretera. Aguas abajo, multitud de pozas para el baño hacen de esta zona un lugar paradisiaco. Tomamos algunas fotos y seguimos subiendo la montaña.
San Luís
Un poco más arriba llegamos al animado pueblo de San Luis, con su bullicioso parque principal típico de las localidades antioqueñas. Es la hora de comer y de refrescarnos. Nos sentamos en un negocio que hace esquina con la plaza cerca de la iglesia de la localidad, y preguntamos por la vía hacia San Carlos. Nos comenta que «está buena» y que se tarda algo menos de 1 hora en llegar al siguiente pueblo. Después de comer nos ponemos en marcha.
Pista descubierta entre San Luis y San Carlos
A los pocos quilómetros de salir de San Luis se acaba la pista asfaltada y comienza el ripio.
La carretera sube vertiginosa por la montaña y, poco a poco, van desapareciendo las construcciones. El paisaje es fabuloso, pero la poca fiabilidad de la moto y lo inhóspito de la ruta nos hacen preguntarnos cada vez con más frecuencia si estaremos en el camino correcto.

Ha pasado ya más de una hora y seguimos ascendiendo sin visos de llegar a San Carlos. La tarde está ya avanzada y estamos absolutamente solos en la nada. La moto va a tirones, algo que ha hecho durante todo el viaje y por ello no nos parece que sea buena idea continuar. Decidimos dar la vuelta y, con mucho pesar, regresar por el camino emprendido.
Casi otra hora más tarde llegamos de nuevo a San Luis, de allí al cruce con la carretera principal y comenzamos a descender hacia en Valle de Aburrá, Medellín.

Aún con un largo trecho por delante cae la noche entre en denso tráfico de acceso a la gran ciudad. Ya en la urbe, se convierte en un trancón (atasco), que nos llevará más de una hora en atravesar sus vías hasta llegar a nuestro destino final.
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