Abril de 2025. Sur de Marruecos.
La ciudadela de barro.
Sobre los palmerales del río Todra, que con su humedad fertiliza las orillas de su cauce, se eleva sobre el cortado los restos de las construcciones en barro que forman este hermoso Ksar.
Ruínas
Todas las edificaciones se encuentran deshabitadas y poco a poco el tiempo va arruinando las construcciones y descomponiendo los muros.
Recorremos a pie las callejuelas de tierra rojiza deambulando entre las fachadas de los edificios, esqueletos huecos de lo que un día debió de ser un hermoso recinto lleno de vida.
Da pena pensar que centenares de enclaves como este, dentro de no muchos años, serán simplemente montañas de arena roja.
La barriada
No muy lejos se encuentra la mezquita, cuyo descampado aledaño hace de medianía entre la pobre barriada de casas más recientemente construidas y los restos del ksar que hemos visitado.
Es el atardecer y las puestas del templo están abiertas sin ningún elemento que nos impida la visión de su interior. Hombres mayores se encuentran sentados junto a la puerta, nos saludan y nos dan permiso para aparcar las motos en la explanada.
Pronto, una pandilla de niños nos rodean observando con fascinación las máquinas y nos siguen allá donde vamos. Rafa hace las delicias de uno de ellos al pasearlo por el descampado sentado en el asiento trasero de su moto.
La pista de acceso
El camino que conduce desde la carretera de acceso al centro de la ciudad hasta la barriada es una pista de grava peligrosa de transitar para nuestras pesadas motos. La ida, con luz natural, se hace más sencilla.
El regreso, ya de noche, nos obliga a ir despacio, pero el trayecto es corto y en tan solo 5 minutos estamos ya junto al puente.
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Ver también (de este viaje):
La garganta del Dades
La kasbah de Assilah
Y además …
Las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. (Fez, Marrakech, Rabat y Mequinez)