En moto por Marruecos 2025.

Viajando por Marruecos en primavera de 2025.

A diferencia de mis dos viajes anteriores en moto por el país (ya había visitado también Tánger, pero sin moto) que fueron en otoño, esta es la primera vez que viajo en primavera y debo decir que me he encontrado un paisaje completamente diferente.

Muchos lugares que recordaba como áridos en viajes precedentes durante los meses de octubre y noviembre, en este mes de abril mostraban un magnífico verdor, por lo que me ha resultado casi como estar descubriendo de nuevo el país.

Este viaje también ha supuesto un cambio con los anteriores en cuanto al equipo. En esta ocasión, a excepción de Rafa Currás, todos los demás integrantes no conocían Marruecos. Mary, que goza ya de gran experiencia en viajes de aventura en moto, no había viajado por África, con todo el exotismo que ello conlleva.

Respecto de Paco Vázquez, Roberto y Jesús, ellos se enfrentaban por primera vez a un gran viaje por etapas y fuera de España, a lo que hay que sumar el cambio de continente y ser la primera vez que embarcaban la moto para encarar la expedición.

Todo ello ha hecho de este viaje una experiencia algo distinta a las anteriores y creo que muy enriquecedora para todos, desde muy diferentes ópticas.

La ruta

Hacia Algeciras por Despeñaperros.

El comienzo del viaje, por larga que sea la etapa, siempre es más fácil. Viajamos con las pilas cargadas, descansados y llenos de expectativas. El primer hito reseñable es el famoso paso de Despeñaperros y como escogemos la vieja nacional, el almuerzo será en el icónico Casa Pepe.

Un bocata de calamares y un rato de ‘curioseo’ por esta mezcla de restaurante, museo y enclave de resistencia nos sirve de punto de descanso.

Desde allí continuamos hasta Granada, donde comeremos y pasearemos por el centro de la ciudad sin entretenernos demasiado ya que nos espera el último y más tedioso tramo de la etapa.

Llegamos a Algeciras ya de noche. La ciudad portuaria es grande pero poco animada. Tan solo nos tomamos el tiempo suficiente para salir a cenar en un restaurante frente al puerto y dejarlo todo dispuesto para el madrugón al que nos obliga el tener que embarcar a primera hora.

El paso del estrecho a Ceuta y el cruce de la frontera del Tarajal.

El día a comenzado con un sobresalto. Tengo problemas para recuperar mi pasaje del barco y alguno de mis compañeros parece que también le cuesta lo suyo poner a punto su embarque. Al fin todo se solventa al filo de la campana. Accedemos a la panza del ferry y ya estamos en marcha.

Desayunamos en Ceuta, damos un corto paseo por el centro de la ciudad, nos asomamos a la playa, a sus alrededores y nos dirigimos a cambiar dinero y pasar la frontera en El Tarajal.

La Aduana está tranquila. Con cierta agilidad completamos el trámite y pronto estamos ya todos en territorio marroquí.

Primeros kilómetros en el país alauí, parada en Castillejos a comprar agua, cargar el track y rumbo a Tetuán, que atravesaremos sin detenernos para ascender, seguidamente, hacia Chaouen.

Chauen, las ciudad azul.

Llegamos avanzado ya el medio día. Nos cuesta un poco encontrar el alojamiento pero al fin, con mucho calor, damos con el. Nos instalamos, dejamos las motos y pertenencias y nos disponemos a salir a comer en uno de mis restaurantes favoritos, Bab Ssour.

Dedicamos la tarde a visitar los callejones encalados en azul de esta turística ciudad. Vamos hasta la cascada, nos sentamos en la terraza de una tetaría a esperar la llamada a la oración y, ya con las últimas luces, bajamos hacia la Kasbah para cenar.

 

Camino de Fez.

La mañana ha amanecido con un tiempo delicioso. Dejamos atrás Chaouen, a la que despedimos con un último vistazo desde uno de los miradores de la carretera.

Poco a poco nos vamos sumergiendo en el ambiente rural africano. La carretera serpentea entre collados y valles hasta que nos encontramos un rústico mercado en mitad del campo.

Mercado rural.

Cruzamos un precario puente que nos lleva hasta una pradera donde decenas de burros pastan antes de llegar a la explanada donde se agolpan innumerables furgones. Más allá, unas tapias delimitan el solar donde se negocian rebaños de animales, frutas  y hortalizas depositadas en el suelo sobre telas, ropas, utensilios diversos, especias, carnes, etc.

Los olores son intensos y desagradables, pero así son estos lugares: auténticos pero no aptos para todo el mundo.

Para completar la jornada, hoy tendremos que comer en carretera. Una humareda densa nos señala los restaurantes de la localidad que atravesamos. Ninguno invita a hacerse ilusiones, pero es lo que hay… Paramos en el que nos ofrece mejor espacio para detener las motos y algo de sombra junto a la muchedumbre menos estrafalaria.

Restaurantes / barbacoa de carretera
Restaurantes / barbacoa de carretera

Fez, la antigua ciudad imperial

A primera hora de la tarde comenzamos a cruzar las organizadas avenidas, los extensos parques y las bonitas puertas amuralladas que nos conducen hacia el casco histórico de Fez.

Nuestro hotel está céntrico, dispone de una piscina con agua helada que nos ayuda a sacarnos el calor del cuerpo y se encuentra en mitad del alboroto de la celebración de una boda cercana.

Curioseamos, desde el balcón, a los invitados. La música suena ininterrumpidamente mientras el gentío entra y sale desde la medina. Salimos a caminar el laberinto de comercios, mezquitas, restaurantes, curtidurías de pieles y demás dependencias que conforman este microcosmos que es siempre la medina de una ciudad musulmana.

Un ‘guía local‘ nos lleva por intrincados callejones oscuros hasta uno de los complejos para el tratamiento de pieles. El olor es muy desagradable, pero merece la pena aguantar un poco a cambio de conocer esta centenaria industria que hace famosa a Fez.

Después visitaremos una tienda de productos cosméticos naturales y de allí iremos hacia la Puerta Azul para reunirnos a cenar con nuestros amigos Pilar y Jorge, que se encuentran también viajando por Marruecos.

A la mañana siguiente ponemos tierra de por medio con Fez después de asomarnos a los miradores del complejo de las Tumbas de los Merinies. El navegador nos da una vuelta imprevista por una mísera barriada del Marruecos real, ese donde vive la población común del país, alejado del centro adaptado a los turistas. No resulta peligroso pero sí impactante, dado que las condiciones de salubridad, urbanismo y vida que padecen los residentes de estos enclaves son muy duras.

Por el Atlas a Er-Rachidia

Enfrentamos el Atlas por carreteras que nos recuerda centro-europa por el verdor de los paisajes. Dejamos atrás Ifrán y continuamos por hermosas carreteras hasta llegar al obligado descanso para ver los monos del Atlas en el bosque de cedros de Gouraud.

Desde allí seguiremos camino y, con un pequeño susto por la caída de Paco en una peligrosa rotonda, llegamos a Midelt para comer en el Restaurante Merzouga del que llamamos ‘hombre-camello’, un viejo conocido de mi anterior viaje que, además de ser todo un personaje, hace una fantástica comida casera marroquí.

Tras el alocado espectáculo que siempre acompaña al hombre-camello y las fotos de despedida, reanudamos la ruta pasando por los Palmerales del Ziz hasta llegar a Er-Rachidia, ya de noche.

Renovado acceso a Er-Rachidia
Renovado acceso a Er-Rachidia

Rober se nos ha quedado muy atrás y no tenemos noticias de el durante cerca de una hora, lo que nos hace preocuparnos.

Comenzamos a plantearnos salir en su busca cuando al fin nos llega un mensaje. Está bien y cerca. Finalmente nos reunimos y llegamos al alojamiento. Un baño nocturno en la piscina y una agradable cena en un restaurante cercano ponen fin a la jornada.

Por Rissani a Merzouga

Arrancamos sin prisas y seguimos viajando al sur para atravesar los oasis cercanos a Jorf antes de llegar al desvío hacia la Cárcel Protuguesa, uno de los hitos mas deseados por mis compañeros de viaje. Allí nos encontramos con un grupo de españoles, que para más casualidad son conocidos (el profesor de autoescuela de Paco).

Echamos una larga parada en este enclave antes de tomar la pista para ir a Rissani, donde comeremos, ya muy tarde y no nos dará tiempo a visitar esta interesante ciudad. Ponemos rumbo a Erg-Chebbi, la gran duna naranja de Merzouga.

Ya en Merzouga, los planes de dormir en jaimas se tuercen y nos vemos obligados a cambiar de planes. Dormiremos en un sencillo alojamiento de unos bereber. La noche transcurrirá tranquila y nos acostaremos pronto para ir a ver el amanecer en las dunas.

Desde el desierto a Tinerhir

Amanecemos en lo alto de las dunas de Erg-Chebbi. Contemplamos la salida del astro rey y el espectáculo de ver el paso de incontables caravanas de dromedarios con turistas, quads, motos, todoterrenos, etc.

¡No hay nada menos solitario que el desierto! ja ja ja… Después nos acercamos hasta un campamento y regresamos al alojamiento para organizar los equipajes y ponernos en marcha.

Antes de abandonar Merzouga nos desviamos por una pista hasta el Lago. El desierto de Merzouga se encuentra sobre un enorme acuífero que, cuando las lluvias lo favorecen, rezuma sus aguas ofreciendo la curiosidad de ver miles de garzas y flamencos en una gran valsa frente a las dunas.

En esta ocasión el lago está enorme, pero los alados visitantes se ausentan por migración al norte. Aun así, merece la pena visitar esta curiosa contradicción que supone hallar un lago en el Sáhara.

Seguimos viaje hacia Jorf, donde tomaremos café entre una nube de niños y unas fotos de la entrada a su medina. Pocos kilómetros después de salir del pueblo pararemos a visitar otra de las curiosidades de estas tierras, los pozos y conducciones de agua bajo las arenas del desierto.

Más adelante atravesamos planicies infinitas de desierto hasta llegar a Tinejdad , donde pararemos a comer con cierta dificultad de encontrar restaurante, ya que está muy avanzado el mediodía.

Continuamos ruta y nos topamos con dos enormes columnas militares. Unas barcazas transporta más de una docena de carros de combate cubiertos con lonas. Al llegar a Tinerhir nos detienen junto al puente. La primera columna viene a gran velocidad y atraviesa el puente, nosotros descansamos viendo el espectáculo.

Mary, Paco, Rafa y yo, dedicaremos la tarde ha subir hasta un mirador y a visitar el Ksar Ait Boujjane donde haremos con nuestras motos las delicias de los niños de la barriada. Rafa da un paseo a uno de ellos, con camiseta de Real Madrid, ‘rara avis’ en estas tierras donde casi todos presumen de ser de Barsa.

Ya de noche, regresamos por la corta pista que nos lleva hasta el centro de la localidad y cenamos en el hotel.

Recorriendo las gargantas para llegar a Ouarzazate.

Arrancamos y hacemos una primera parada en el mirador, junto con Jesús y Rober. Desde allí nos dirigimos al primer hito de la jornada de hoy, las Gargantas de Todra. Tomamos algunas fotos y nos sorprendemos con lo concurrido de turistas que se encuentra el enclave antes de continuar por la deteriorada carretera que nos llevará hasta la pista P7401, adentrándonos en una solitaria región montañosa de imponente belleza, que conserva aun genuinos paisajes y pequeñas aldeas.

Los nómada salpican de míseros campamentos y rebaños las cumbres de estas frías montañas, que superan los 2700m.s.n.m. Nos conmueve la pobreza de los harapientos niños que se asoman a la carretera. Paramos a reagruparnos poco antes de coronar el punto más alto que alcanzaremos en esta etapa.

Después descendemos hacia valles más fértiles donde los aislados pueblos viven de la agricultura. Paramos a tomar café y buscando entrar en calor, en un pequeño pueblo rodeado de cultivos de manzanas y huertos diversos. Los niños caminan por la carretera hacia la escuela.

Valles fértiles llegando al Dades
Valles fértiles llegando al Dades

El propietario del modesto local nos dice que ya nos queda poco para internarnos en la Garganta de Dades, que la carretera es virada y que es muy bonito el camino.

Dicho y hecho, en unos kilómetros estamos inmersos en el desfiladero del río Dades. La carretera serpentea, asciende, desciende, se encañona y vuelve a abrirse presentando miradores espectaculares, pasarelas horadadas en la roca y trazados inimaginables durante muchos kilómetros.

Pararemos una vez mas para reagruparnos antes de salir de la garganta. Después, una tardía parada para comer y un ventoso fin de etapa antes de llegar, al caer la tarde, a Ouarzazate, el ‘hollywood’ marroquí.

 

De nuevo el Atlas hasta Marrakech.

Esta será nuestra última jornada rodando por las montañas del Atlas, pero antes tendremos unas cuantas paradas interesantes.

Al salir de Ouarzazate detengo la moto para comentarles a Rafa, Paco y Mary que en ese lugar se encuentran los Atlas Studios donde se rodaron varias superproducciones. Le ofrezco acercarnos por una pista cercana hasta los decorados de la fortaleza en la que se rodó «El reino de los cielos» y «Gladiator«.

En mis dos anteriores viajes pude merodear hasta las mismas paredes de la fortaleza pero ahora una zanja impide el paso a los vehículos y un vigilante nos hace señales de que no podemos entrar en el perímetro así delimitado. Nos ponemos en marcha hacia nuestra siguiente parada.

Ksar Aint Ben Hadu

Poco rato después llegamos al cruce de la carretera principal con el desvío hacia esta turística localidad. Aparcamos las motos en el lugar más próximo al acceso peatonal que conduce hacia el puente que comunica las dos zonas edificadas de este enclave.

Callejeamos visitando las tiendecitas con antigüedades, piedras y toda clase de cachivaches para los turistas hasta llegan al pie del puente. Sacamos unas fotos y decidimos no cruzar al otro lado ya que está ya muy avanzada la mañana, hace calor y aun nos queda gran parte de la etapa por delante.

En esta ocasión he seleccionado para el track la carretera P1506 que se interna por una zona rural que hace un par de años sufrió un importante terremoto. En la alejada localidad de Anmiter se aprecian aun las secuelas de la catástrofe. Muchas casas están destruidas parcial o totalmente.

Tizi n’Tichka

Poco después comenzamos a subir hacia el famoso puerto de Tizi n’Tichka. Antes de coronarlo, paramos a tomar un café en uno de los muchos coches cafetera que tanto abundan por todo el sur y que es en este viaje cuando los he visto por primera vez.

La carretera esta nueva y el tiempo es benigno, dos cosas que no pude decir en mis anteriores pasos por este lugar. Después, el vertiginosos descenso hacia la vertiente norte de nuestro último paso por el Atlas nos conduce a las llanuras que, sin más trascendencia, nos llevan hasta la turística ciudad imperial.

Marrakech

Nos instalamos en el hotel, nos damos un refrescante baño en la piscina y, sin perder demasiado tiempo, buscamos un taxi que nos lleve a la conocida Plaza Jemaa El Fna.

Coches de caballos, monos adiestrados, encantadores de serpientes, juegos callejeros, vendedores de toda clase de baratijas y legiones de turistas occidentales abarrotamos la plaza, los alrededores y el zoco.

Deambulamos entre los pasadizos repletos de mercaderías, caminamos cansinamente rodeados de vendedores muy agresivos empeñados en hacer negocio pero, lo cierto es que no hay nada que nos interese demasiado. En todos estos mercados la oferta es similar, babuchas, marroquinería, especias, aceite de argán, bisuterías, pañuelos, chilabas… en definitiva, mercancías que no queremos cargar en nuestras limitadas maletas de moto. .

Pronto cae la noche y comienza, un día más, el espectáculo de las llamadas a la oración desde los minaretes que rodean la plaza. Nos sentamos a cenar en la terraza de uno de los muchos restaurantes que se asoma al bullicio nocturno. Tras la cena, atravesamos de nuevo entre el gentío que sigue abarrotando la plaza, antes de tomar un taxi de regreso a nuestro alojamiento.

De Marrakech a Rabat.

Entre Marrakech y Rabat, la moderna autopista no ofrece atractivo alguno. Tan solo se trata de una sucesión de kilómetros por terrenos llanos sin a penas paisajes atractivos. A medio camino nos acercamos a la costa en las proximidades de Casablanca.

Esta ciudad la visité en mis dos anteriores viajes y podría haber sigo nuestro destino también en este, pero debo reconocer que no me pareció aconsejable para mis compañeros en esta ocasión.

Rabat

La capital, por contra, es un destino nuevo para mí y debo reconocer que, aunque no tuvimos mucho tiempo para recorrerla, desde luego no el suficiente para visitar todo lo que ofrece, me gustó bastante. Moderna, organizada, más tranquila que Marrakech y con una hermosa fachada al océano, sin duda Rabat me pareció un lugar muy atractivo.

En esta ocasión, tras instalarnos en el hotel, nos dirigimos caminando hacia el paseo marítimo que el sol llena de luz mientras la brisa nos acompaña con una suave temperatura.

Desde allí vamos hacia la ciudad vieja, la Kasbah y la Medina, donde paseamos, compramos, cenamos y dimos por concluida la jornada antes de regresar paseando hasta el alojamiento.

 

Por comarcas agrícolas hasta Assilah y desde allí a Ceuta.

La anterior jornada, de aburridas autopistas, nos invitó a tomar en este caso un camino más interesante por carreteras secundarias.

La calidad del asfalto era escasa, incrementando la aventura y devolviéndome al Marruecos de mis recuerdos pasados. Uno tras otro íbamos atravesando humildes pueblos agrícolas. Muchos niños en los caminos, casi más carruajes que coches y toda clase de mercados, barbacoas y talleres se van sucediendo en esta divertida travesía llena de vida.

Avanzamos lentamente, como es normal, y además el calor nos invita a hacer una parada para descansar. Tomamos café en un amplio local en el que, además de la camarera, Mary era la única mujer de la zona. También nosotros éramos una ‘rara avis’ en este lugar. Ningún occidental se deja caer por estos lares normalmente, pero estas son las cosas que también hemos venido a ver.

Mientras, los adolescentes se fotografían con nuestras motos, aparcadas a la puerta y seguramente para muchos, supongan un sueño de libertad en medio de su azarosa existencia.

Tenemos que regresar a la carretera principal si queremos llegar a comer a nuestro siguiente destino.

Assilah /Arcila

Esta tranquila y coqueta ciudad que se asoma al mar nos brinda una estupenda comida en otro Casa Pepe y una agradable sobremesa paseando por su muy cuidada Kasbah. No tenemos tiempo para entretenernos demasiado ya que debemos cubrir los kilómetros que nos restan, atravesando el exigente Monte Musa antes de llegar a la frontera de El Tarajal.

El paso de la frontera, en esta ocasión, se hace algo más tortuoso. Por un momento tememos que nos hará perder el barco ya que está atascado de coches, pero por suerte las motos tenemos un hueco reservado que nos permite agilizar el trámite. Con el tiempo justo entramos en Ceuta y nos dirigimos hacia el puerto. Ya allí podremos tomarnos con tranquilidad lo que queda de tarde hasta embarcar.

Una vez pasado el estrecho, a la salida del puerto de Algeciras, es momento de despedirnos de Jesús y Roberto, que emprenderán su vuelta a la mañana siguiente con las motos guardadas en una furgoneta. Mary, Paco, Rafa y yo despediremos la aventura cenando en una hamburguesería, después de muchos días de tajines, couse-couse, ensaladas marroquinas y hariras.

El largo regreso a Madrid.

El tornaviaje no dio lugar a muchas diversiones. Los kilómetros y la elección de ruta estuvo en todo momento condicionada por los atascos y las lluvias, de las que fuimos escapando hasta casi llegar a Madrid. Una sencilla despedida en el peaje de la carretera puso broche final a 3.600 kms. de aventura.

 

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Icono Ruta Ver también (de este viaje):

Fez, la ciudad más antigua de Marruecos.

Pozos en el desierto.

Ksar Ait Boujjane

La garganta del Dades

Rabat, la capital de Marruecos.

 

La kasbah de Assilah

 

Y además …

Marruecos 2025. Reflexiones tras el viaje.

Las cuatro ciudades imperiales de Marruecos.

Gastronomía Marroquí

 

 

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