Abril de 2025. Noroeste de Marruecos.
Llegamos rozando el mediodía a esta tranquila y cuidada ciudad que se asoma al Océano Atlántico. La mañana ha sido cálida mientras atravesábamos las zonas agrícolas interiores, más al sur, desde que salimos de Rabat, deambulando por carreteras locales.
La ciudad costera de Assilah (Arcila)
Las aguas atlánticas cochan contra las fortificaciones del enclave de poco más de 3000 habitantes. Damos un par de vueltas con nuestras motos y aparcamos junto a la terraza de Casa Pepe, un más que agradable restaurante con carta muy andaluza, pescados y platos marroquíes. Perfecto para comer a un paso de la playa y de la ciudad vieja.

Después de la comida, con el tiempo justo para una visita acelerada antes de continuar viaje, entramos por la puerta principal de la kasbah.

Cruzar sus muros nos conduce a un laberinto de calles encaladas con edificaciones repletas de coloridas puertas, ventanas y murales, muy cuidadas para atraer el turismo cada vez más abundante.

Paseando por la Kasbah
Caminamos largo rato recorriendo cada uno de los rincones que ofrece este hermoso lugar. Nos asomamos a sus miradores, entre los que destacan la Torre de San Francisco y el de Krikia, desde donde contemplar el inmenso océano bajo nuestros pies.

La brisa suave y el sonido del mar hace de este mirador de Krikia un lugar delicioso al que, propios y extraños, nos asomamos sin prisa por abandonar.
Sacamos muchas fotos y curioseamos en algunas tiendecitas que ofrecen, igualmente, las habituales mercaderías para visitantes.

Como en muchos otros lugares de este exótico país, la ciudadela encerrada en las murallas parece un mundo ajeno al de puertas afuera.

Dentro, el reloj parece andar con más calma aunque, el nuestro, empieza a advertirnos que es tiempo ya de volver a nuestras monturas y continuar hacia el norte, rumbo a la frontera.
Dejamos atrás este bonito lugar que, sin duda, hubiera sido fantástico poder disfrutar con más calma… quizás para otra ocasión.

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Donde comer:
Casa Pepe
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