Desde Liverpool por Birmingham hasta Calais

El regreso desde la Isla de Man por tierras británicas

El acceso al ferry en Douglass y la salida de la isla fue rápida y ordenada. Queda claro que están acostumbrados a manejar con profesionalidad el volumen de vehículos que cada año mueve el evento. En un “visto y no visto” los trámites burocráticos, fronterizos, y el amarre de la moto en la bodega del barco está completado.

Viajamos inquietos mirando por las cristaleras con la esperanza de encontrar mejor tiempo a nuestra llegada a Liverpool, pero no tenemos fortuna. Toda la travesía la hacemos con el incesante golpeo de la lluvia empujada contra los cristales por un viento moderadamente intenso.

Desembarcamos en Liverpool

Al llegar a la costra británica nuestras esperanzas se diluyen por completo. Una densa niebla lo envuelve todo aquella tarde. El mal tiempo sume el mediodía en una penumbra que anticipa el ocaso del día.

20130528_162149

Durante los preparativos para la salida, charlamos con un motero Londinense con el que acordamos seguirle. De esta forma nos hará de guía en el intrincado laberinto de carreteras que hemos de atravesar. Nos cuesta mucho orientarnos por estas tierras en las que, a la lógica dificultad de circular por el sentido contrario, se le suma la gran cantidad de obras y desvíos alternativos, malamente señalizados, que nos encontramos. Todo ello bajo la pertinaz lluvia y la escasa visibilidad hace que cualquier ayuda que puedan prestarnos para coger rumbo cuanto antes nos arregle el día.

Seguimos a nuestro guía saltándonos, si es necesario, todas las normas que hagan falta. Bajo ningún concepto queremos perder su estela y así hacemos durante casi 100 kilómetros cuando, ya asegurado el camino, podemos relajarnos y empezar a pensar en encontrar alojamiento donde descansar y tratar de secar lo más posible nuestra empapada indumentaria.

y sus efectos

Noche tras noche la rutina se repite: aparcar la moto, descargar el equipaje y deshacer las maletas en la habitación para tratar de secar su húmedo contenido. Quitarnos la ropa calada y distribuirla por todos los radiadores que encontramos, ya sea dentro o incluso en los pasillos exteriores a la habitación.

Ducha y un té para entrar en calor, cena improvisada con lo que encontremos a mano y a dormir. Por la mañana un desayuno temprano, lo más abundante posible, nos ponemos la ropa generalmente aun húmeda, recomponemos el equipaje, impermeabilizamos la vestimenta lo mejor que podemos cubriendo con cinta americana las cremalleras, aberturas, etc, y marchamos con la mayor brevedad posible.

 

Partiendo de Birmingham:

La mañana ha amanecido lluviosa y triste, como todas las anteriores. Aprovechando la wifi del hotel revisamos el plan del día: la ruta a seguir, el parte meteorológico de las zonas que atravesaremos; anotamos todos los detalles que nos sean de ayuda en una agenda y salimos al aguacero.

Saliendo de Birmingham
Saliendo de Birmingham

Los primeros kilómetros siempre son un poco desagradables. Aunque cada vez estamos más acostumbrados a rodar con mucho agua y viento, cada mañana necesitamos un periodo de adaptación a las sensaciones que nos provoca la mínima visibilidad y escasa adherencia.

Al cabo de un rato nos vamos sintiendo menos atenazados sobre la moto, pero es inevitable tener esa percepción de inseguridad al comienzo.

Enfilar Folkstone y cruzar a Calais, en Francia.

Nuestro objetivo del día consiste en intentar avanzar hasta Francia, una vez perdida la posibilidad de embarcar desde Portmouth a Santander como era nuestro plan inicial. A buen ritmo conseguimos rodear Londres, que decidimos no visitar dado el desagradable tiempo reinante, y a primera hora de la tarde, sin comer, alcanzamos las instalaciones del Eurotunnel en Folkstone.

Cerca de Londres
Cerca de Londres

Por poco alcanzamos el tren según entramos. Tan solo un par de minutos antes y nos habríamos librado de esperar una hora en la explanada de acceso al embarque. No fue así, ¡pues paciencia! Aseguramos el equipaje para evitar en lo posible que penetre el agua de la suave lluvia que continua cayendo y nos refugiamos en una pequeña garita acristalada próxima. Corre un suave aire frio que nos incomoda enormemente, mojados como estamos. No vemos la hora de ponernos en marcha de nuevo para embarcar en el «tubo» de dos pisos que nos trasladará bajo las aguas del Canal de La Mancha hasta el continente. La impaciencia se acrecienta por la información meteorológica que tenemos y que nos indica que en Francia estará despejado el cielo: algo que después de tantos días viajando bajo la lluvia y azotados por el viento frío nos parece un regalo inmenso.

Al fin junto con unos pocos coches más, cruzamos los puestos de acceso y comenzamos, a ubicarnos en la bodega de este extraño tren. Los operarios únicamente nos indican donde hemos de estacionarnos, pero en ningún momento anclan nuestras cargadas motos a la estructura de planchas metálicas que conforman el interior del vagón de carga. No hay asientos ni comodidades de ningún tipo: este artefacto esta pensado principalmente para el paso de choches y camiones por lo que sus pasajeros viajarán sentados en el interior de sus vehículos. En nuestro caso eso es imposible. Al no estar asegurados los vehículos, no solo no podemos sentarnos sobre ellos sino que además nos vemos obligados a permanecer de pie junto a ellos todo el trayecto sujetando las motos durante las aceleraciones o frenadas que el tren realiza y que mueven ostensiblemente nuestras máquinas. No hay ventanillas, lógicamente, dado que viajaremos bajo el mar, por ello que a priori no sabemos en que momento abandonamos la isla y penetramos en las aguas, pero no tardamos mucho en intuirlo por el brusco descenso de la temperatura que sentimos. Estamos en el frío fondo marino y por momentos tiritamos.

Eurotunnel

Menos mal que el trayecto es corto, gracias a Dios, y al cabo de un rato notamos decelerar prolongadamente al comboy lo cual nos india inequívocamente que estamos penetrando en Francia. El tren se detiene y en unos minutos se abren las puertas del tubo: ¡Y una nueva decepción: ni rastro del esperado sol que debía recibirnos! ¡Está diluviando!

Con paciencia estoica nos preparamos para sumergirnos en el aguacero y continuar viaje. La cortina de agua es tan densa que no nos permite ver el paisaje que nos rodea. Por suerte al cabo de unos quilómetros de magnifica carretera la lluvia va aflojando primero, y convirtiéndose en intermitente después para finalmente desaparecer y regalarnos algunos rayos de tímido sol. Ahora sí se abre ante nuestros ojos una inmensa y verde llanura. El paisaje es bellísimo y el dorado sol del atardecer que se asoma a ratos entres las nubes convierte en hermosos los pequeños pueblos que se van asomando a los laterales de la autovía. Apuramos lo que podemos nuestros depósitos hasta que ya el combustible nos obliga a para. Desde la gasolinera buscamos un alojamiento y lo reservamos. El joven gasolinero nos indica que en una hora estaríamos en el hotel; no será tanto, la tarde a empezado a despedirse y no queremos que nos pille en carretera. Apretamos el ritmo notablemente y en poco más de 40 minutos estamos tomando la salida de la autopistas hacia la pequeña localidad donde se encuentra nuestro alojamiento. Aun es de día cuando detenemos nuestros motores a la puerta del funcional hotel de la cadena Formula 1 situado en un tranquilo polígono industrial en mitad de la campiña bretona. Es delicioso el olor a hierva fresca y el haber, ¡al fin! ruteado unos kilómetros bajo el sol. Hoy nuestras topas están casi secas gracias al viento de la marcha y la mejoría climática de los últimos kilómetros.

El viaje completo …

De Segovia a Santander rumbo al TTIOM2013

De Plymouth a Liverpool

Liverpool y rumbo a Douglass

El TT de la Isla de Man 2013

Desde Alencon hasta Segovia

Un comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *