Su fundación
La Cuenca ecuatoriana, fundada a una altitud de 2550 metros sobre el nivel del mar, por el español Gil Ramírez Dávalos, el 12 de Abril de 1557 sobre las ruinas de la ciudad incaica de Tomebamba y de la ciudad cañari de Guapondelig (llanura tan grande como el cielo).
Siguiendo la tradición española de dedicar a las nuevas ciudades a un santo o santa de la iglesia católica, recibió el nombre de Santa Ana.
Por los cuatro importantes ríos (Tomebamba, Tarqui, Yanuncay y Machángara) que bañan sus tierras de aguas puras, añadió a su nombre «de los Ríos».
Y en honor a la ciudad española de Cuenca, lugar de nacimiento del Virrey español del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, quien fue el que mandó a fundar la ciudad tomó la última parte de su topónimo, quedando su nombre definitivo como Santa Ana de los Ríos de Cuenca.
Recoriendo Cuenca
El casco histórico central conserva su trazado en cuadras perpendiculares o en damero, propio de los cánones urbanísticos españoles de la época de su fundación.
Construido con aires coloniales, es principalmente republicana (semejanza neoclásica), si bien se encuentran también distintos edificios de diversos estilos con aspectos afrancesados o arábigos.
El Parque Calderón constituye el punto central de la ciudad. Alrededor de el se encuentran la Catedral Vieja y la Nueva (una frente a otra), el edificio de la Gobernación de Azuay (la provincia), la sede Judicial, el Obispado y por ella atraviesa la calle Simón Bolívar que recorre la ciudad de oriente a occidente.
Las torres de la Catedral nueva están inacabadas a causa de un fallo estructural que impidió su remate final.
La Calle Luis Cordero pasa por la puerta de la Catedral Vieja, que se asoma al Parque Calderón, enfrentando la Nueva Catedral. Los limpiabotas se refugian del potente sol de mediodía en los soportales, a la espera de clientes de los cafés y dependencias oficiales de la zona.
Muy cerca se encuentra la Iglesia de San Francisco, con la animada y comercial plaza del mismo nombre. Esta iglesia de 1930 es de mayor belleza exterior, su amplio interior resulta algo más pobre, al menos cuando la visito, en plena restauración.
De camino a ella se pasa por la plaza de las Flores, donde un buen número de mujeres se agolpan en los pequeños puestos donde crean hermosos arreglos florales a un precio muy económico, a las Puertas del bonito Santuario Mariano del Carmen.
También se encuentra en restauración el Palacio del Obispado. Los andamiajes y protecciones de la fachada (dorada) tamizan la bonita luz rojiza que se aprecia en la foto.
Saliendo del centro histórico se llega al conocido Mirador del Turi, con la Iglesia Católica de la Santísima Virgen de La Merced sobresaliendo en lo alto.
De regreso al casco histórico, la Avenida de Loja ofrece otra zona de arquitectura pintoresca: la de sus edificios de descanso de las familias adineradas así como las casas porticadas con sus columnas donde antiguamente los comerciantes venidos de Loja se hospedaban y amarraban sus animales.
La calle estaba formada por una sucesión de tabernas y fondas de estructura semejantes unas y otras. En la actualidad se conservan aún muchas de ellas.
Otra de las visitas ineludibles es el Mercado 10 de Agosto, en la calle Larga, cercano a la Ribera del Río.
En su interior se amontonan una gran cantidad de pequeños puestos de toda clase de comestibles, principalmente vegetales y carnes.
Muchos de los puestos son regentados por cholitas cuencanas con sus tradicionales vestimentas. El atractivo fotográfico y tradicional es indescriptible.
De regreso al centro histórico, recorriendo la Calle Mariscal Sucre llego de nuevo a la Catedral Nueva
Aprovecho para entrar en los patios colindantes para fotografiar las cúpulas azules del edificio y pasear por sus agradables claustros.
Y con esto, doy por concluida mi visita a «Cuenca de los Andes«.
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